Un amigo ayuda a sus amigos, aún si esto implica un sacrificio. Es más, la calidad de esta amistad se mide por la cantidad de dicho sacrificio. Él nunca se sacrificó por mí, como yo por él.
Un verdadero amigo habría juntado dinero desde el momento mismo en que tubo un trabajo estable, para pagar su deuda. El que NO haya tenido la decencia de replicar el gesto de entregar en la mano la misma suma que ocho años antes le entregó en la mano su mejor amigo. Es tan indecente que con sólo 11 mil pesos mensuales, en ocho años habría devuelto el millón de pesos que le presté. El hecho de NO hacerlo revela, demuestra fehacientemente, su carencia de corazón y, por ende, su imposibilidad de sentir amor. A tal punto, que llega a la contradicción de “reconocer”, sólo verbalmente, dicha deuda, pero sin realizar el menor esfuerzo por pagarla y argüir múltiples pretextos para NO hacerlo.
Lo que empeora esta situación es el hecho de que para realizar dicho préstamo, tuvimos que incurrir, mi esposa y yo, en otro con una financiera, la que, al no poder pagarlo, porque él no lo pagó, nos cobró multas e intereses, encareciendo al doble el préstamo inicial. Al final terminamos pagando el triple, por lo que en realidad su deuda NO es de 1 millón de pesos, sino de tres.
Eso no sólo implica falta de sincera amistad, sino que es señal de una personalidad disociada, lo cual lo convierte en un peligro para todo quien esté cerca de él.